De espacios propios y ajenos
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De espacios propios y ajenos

Patricia Suárez, CEO, fundadora y presidenta de ASUFIN.
REDEWI

Me gustaría empezar con una reflexión muy personal pero que sospecho es ampliamente compartida por todas las que me escucháis. Algo que rara vez se verbaliza, pero no por ello deja de ser sintomático de un estado de cosas que aspiramos, todas y todos, a cambiar y dejar atrás. Cuando me pedisteis desde la #RedEWI by INESE que ofreciera unas reflexiones lo primero que pensé es “¿por qué yo, por qué han pensado en mí, acaso mi testimonio puede servir de inspiración a alguien?”.

Seguramente porque lidero una organización de consumidores, formada por más de 30.000 socios y gestiono a un equipo de 40 personas, muchas de ellas mujeres. Probablemente porque transmito cierta seguridad y fuerza en mis comunicados, y sin embargo, tengo dudas, como muchas de nosotras. Como las que constantemente nos planteamos las mujeres cuando somos las elegidas o queremos serlo, por ejemplo, en las entrevistas de trabajo. Nos cuesta dar esas respuestas asertivas, cargadas de confianza que dan nuestros competidores masculinos.

¿Está usted capacitado para el cargo? “Por supuesto, he desarrollado tal o cual habilidad que me convierte en el candidato ideal para asumir este reto profesional”. Nosotras, estaréis conmigo, somos más cautelosas, respondemos con mucha más modestia advirtiendo de nuestras limitaciones.

Pero instalada en este pensamiento, decidí darle una pequeña vuelta de tuerca y reflexionar sobre que, quizá, algo está cambiando a nuestro alrededor. ¿Por qué no dejar de cuestionarnos a nosotras mismas, de manera constante, y empezar a pensar que también podemos impregnar de nuestra sustancia el modo de hacer las cosas?

Nuevos líderes

Y me explico. Seguro a vosotros también os ha llamado la atención. Han coincidido en poco tiempo las palabras y gestos de tres mujeres en cargos de alta representación política. La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinta Ardern, admitía en su renuncia al cargo no tener ya “suficiente energía para seguir con el trabajo” “soy humana”. La alemana Christine Lambrecht, que era ministra de Defensa, un ámbito muy masculino, admitía, en su también renuncia, cuestiones inimaginables como que la situación se le había vuelto insostenible y que la presión del entorno mediático le hacía imposible tomar decisiones objetivas. Todo un valiente derroche de honestidad. Finalmente, la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, se despachaba con un contundente “soy un ser humano, además de una política” para justificar su abandono de la primera línea.

Y de eso se trata: no somos robots ni autómatas; hombres y mujeres somos humanos, para lo bueno y lo malo. No siempre fue este el modelo de liderazgo femenino: Thatcher, bautizada dama de hierro por algo, o la canciller Merkel, todo rectitud, consagraron su vida al deber público bajo un halo de seguridad, próximo a los que desprenden sus iguales hombres. Mujeres fuertes, consagradas a su vida profesional, sin hijos, ni familias que pudieran lastrar su ascenso.

Ninguna mácula, margen al error, debilidad o sentimientos exponen los liderazgos como históricamente lo entendemos, masculinos, sobre todo. Pero en la retaguardia encontrábamos siempre a la mujer, atenta a las necesidades asistenciales de todo tipo. Hasta el punto de que cuando hemos escalado y alcanzado ese mismo liderazgo lo hemos hecho siguiendo nuestra idiosincrasia y convirtiéndonos en auténticas súper mujeres: la mejor madre, la mejor hija, la mejor esposa, la mejor profesional, haciendo gala del multitasking que nos consume, precisamente, como seres humanos. Porque, desengañémonos, no podemos con todo.

Es evidente que las mujeres hemos ido avanzando en el terreno profesional, ocupando espacios eminentemente masculinos, ¿pero ellos? ¿Han ocupado nuestro espacio, el de la educación de nuestros hijos, el del cuidado de los mayores, el del mantenimiento del hogar y las propias finanzas familiares?

«Admitámoslo: no podemos avanzar sino equilibramos los espacios, los necesitamos a ellos, tanto como ellos a nosotras. Con ellos, no contra ellos, si ellos no nos acompañan en este largo camino, será muy difícil avanzar».

La mujer el punto débil en los ODS

En este punto, me gustaría referirme a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. De la ambiciosa lista de 17 grandes retos, podríamos ir enumerando cada uno de ellos y relacionarlos con los problemas a los que se enfrentan las mujeres de hoy. Por orden, el ODS 1, la pobreza, Amnistía Internacional pone sobre la mesa que el 70% de los pobres del mundo son mujeres y la ONU, que las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de padecer hambre. ODS 2, el hambre, las mujeres tienen muchas más probabilidades de padecer hambre que los hombres en el mundo según los datos de la ONU.

Destaca también el ODS 3, la salud, cuando hemos superado la segunda década del siglo XXI, todavía 830 mujeres mueren cada día por causas prevenibles relacionadas con el parto. Insisto: prevenibles. ODS4, la educación, un 50% más de niñas que niños en el mundo abandonan prematuramente la educación primeria. ODS 5, igualdad de género, un reto transversal que implica a los restantes. Y así podría seguir en orden hasta llegar a las 17 y veríamos cómo los objetivos de desarrollo sostenible pueden tener una mirada femenina que nos sitúa en peor posición que a ellos.

Trabajo decente y crecimiento económico

Me voy a centrar ahora en el ODS 8, trabajo decente y crecimiento económico. En cada uno de ellos nos encontramos con mucho trabajo por delante para alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres. ¿Por qué seguimos sin superar la brecha salarial? Se han publicado los datos de nacimientos en España, concretamente en 2022 se registraron 329.812 nacimientos. Un dato que cobra toda su relevancia si lo comparamos con el de 2008, cuando se registraron 519.779 nacimientos.

Necesitamos revertir esta tendencia, pero la pregunta es ¿por qué cada vez tenemos menos hijos? Es evidente que tenemos que avanzar en la corresponsabilidad y que de la misma manera que nosotros hemos ido avanzando en los espacios masculinos, ellos tienen que venir a los tradicionalmente femeninos. Tenemos que compartir más y mejor los espacios: las mujeres no podemos renunciar sistemáticamente al espacio público por tener hijos y los hombres no pueden verse, igualmente, expulsados del espacio privado, en base a convencionalismos que deben tener, cada vez más, menor peso en las sociedades modernas y avanzadas.

E insisto en este último punto: la igualdad de ellos también pasa por la corresponsabilidad, por disponer de tiempo para cuidar de la familia, sin que ningún empresario vea nada extraño en la petición de baja paternal o acompañar a un hijo al médico. Ellos también sufren una presión social cada vez que adoptan responsabilidades que habitualmente están en nuestro tejado. Tenemos que ayudarles y animarles a que sigan avanzando para que llegue el momento en que un empresario no vea diferencia entre contratar a un hombre frente a una mujer.

«La igualdad de ellos también pasa por la corresponsabilidad, por disponer de tiempo para cuidar de la familia, sin que ningún empresario vea nada extraño en la petición de baja paternal o acompañar a un hijo al médico».

Renuncia, no elección

Solo entonces se seleccionará el verdadero talento. Porque os voy a decir una cosa un tanto provocadora: las que hemos llegado a un determinado nivel en nuestra trayectoria profesional ¿somos las mejores? Yo no lo creo. Somos las más tozudas, las que más nos hemos empeñado en ello, las que más nos hemos enzarzado en discusiones para consensuar con nuestras parejas tiempos, responsabilidades y cuidados, pero no necesariamente las mejores.

Muchas no han podido o querido luchar contra gigantes. Han preferido renunciar y quedarse en casa. Y en esa renuncia, que no elección, se ha desperdiciado por el camino mucho talento. Esto no podemos permitírnoslo, por eso hoy no os pido que sigáis luchando por ocupar espacios profesionales cada vez más altos, porque sé que eso ya lo estáis haciendo. Os pido que animéis a vuestras parejas, vuestros hijos, vuestros hermanos a ocupar espacios femeninos. Con que cada una de vosotras convenzáis a uno solo de vuestro entorno, estaremos dando un gran paso. Y si cada uno nosotras y nosotras damos ejemplo a las nuevas generaciones, estaremos trabajando juntos por un mundo mejor.

«Os pido que animéis a vuestras parejas, vuestros hijos, vuestros hermanos a ocupar espacios femeninos. Con que cada una de vosotras convenzáis a uno solo de vuestro entorno, estaremos dando un gran paso»

 

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